domingo, 16 de mayo de 2010

Los sustitutos


Artículo de José Alberto sobre la película qu evimso el pasado sábado

JOSÉ ALBERTO SUTIL. Así se titula una película que está ahora en la cartelera. Protagonizada por Bruce Willis y basada en una novela de ciencia ficción, «Los sustitutos» pone el dedo en la llaga sobre algunas cuestiones éticas y morales muy actuales: mortalidad o inmortalidad, culto al cuerpo, apego a las apariencias, control de las emociones, estilo de vida contracultural, pero sobre todo la disyuntiva entre «vida real» y «vida virtual». El argumento es sencillo: una empresa cibernética estadounidense ha creado unos robots que actúan como «sustitutos» de sus usuarios en la vida real. Mientras que hombres y mujeres, niños y ancianos, permanecen cómodamente en sus casas conectados a sus sustitutos y controlando todos sus movimientos, éstos salen a la calle por ellos, van a trabajar por ellos, viven y conviven por ellos. El crimen prácticamente ha desaparecido, la seguridad y la comodidad de los humanos han llegado hasta límites insospechados, todo el mundo aparece ante los demás guapo y joven a través de su sustituto. Tan sólo un pequeño grupo se resiste a esta perversión de la vida humana. De repente, sucede algo que amenaza con derrumbar este aparente imperio de felicidad. La película no tiene desperdicio porque en el trasfondo está la pregunta del millón: ¿es esto lo que llamamos vida humana? No está mal que a comienzo de curso nos planteemos cuál es la opinión católica al respecto. Nos pueden ayudar las palabras de George Weigel, abogado estadounidense que cada semana escribe una columna en el semanario de la archidiócesis de Denver titulada precisamente «La diferencia católica»: «la imaginación católica, como hábito de ser, nos enseña a contemplar el mundo en technicolor y vivirlo en tres dimensiones, o mejor dicho, en cuatro, porque también cuenta el tiempo, tanto para el catolicismo como para Einstein». Como católicos disfrutamos de la gozada de la vida, porque los placeres humanos son anticipo de la alegría eterna del reino de los cielos. Como católicos vivimos intensamente cada acontecimiento porque sabemos que el Señor está con nosotros. No nos enredamos en las parodias de los «reality show» porque entendemos que la vida real de cada uno es bastante más apasionante que chismorrear sobre la de otros. Nos sabemos sostenidos por el misterio de la providencia y por eso nos tomamos el mundo y la vida en serio, muy en serio, como también indica Weigel: «Tomarse el mundo en serio es concebir el mundo como lo que realmente es. Tomarse el mundo en serio no significa caer en la trampa del materialismo y del escepticismo, sino interpretarlo como es realmente, es decir, como el ámbito de la acción de Dios, como el lugar en el que podemos encontrar el amor que satisface nuestro deseo de amor en plenitud y sin reservas. ¡Bienvenido al mundo real!».

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